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Confesión de Fe

Confesión de Fe

Confesamos la fe cristiana histórica, tal y como se encuentra en el Credo de los Apóstoles, el Credo Niceno, el Credo de Atanasio y la Definición de Calcedonia.

Como cristianos protestantes nos identificamos con el movimiento reformador del s.XVI y sus principios evangélicos resumidos en las 5 Solas:

  • Sola Scriptura: Las Sagradas Escrituras son la norma suprema e infalible de fe y conducta.
  • Sola Gratia: La salvación proviene y se aplica solamente por la gracia de Dios
  • Sola Fide: La salvación se recibe solamente por medio de la fe, sin las obras
  • Solus Christus: La salvación se encuentra solo en la persona y obra de Cristo
  • Soli Deo Gloria: La salvación es solo por y para la gloria de Dios

Como un resumen fiel de la enseñanza cristiana y evangélica nos adherimos a la siguiente confesión de fe (New Hampshire 1853):

Creemos que la Santa Biblia (los 66 libros del A.T y N.T.) fue escrita por hombres divinamente inspirados, y es un tesoro perfecto de instrucción celestial; que tiene a Dios por autor, por objeto la salvación, y por contenido la verdad sin mezcla de error; que revela los principios según los cuales Dios nos juzgará; y por lo tanto es, y seguirá siendo hasta el fin del mundo, el verdadero centro de la unión cristiana, y la norma suprema por la cual toda conducta, creencias y opiniones humanas deben ser juzgadas.

Creemos que hay un solo Dios vivo y verdadero, Espíritu infinito e inteligente, cuyo nombre es JEHOVA (YO SOY), el Creador y Gobernante Supremo del cielo y de la tierra; indeciblemente glorioso en santidad, y merecedor de toda la honra, confianza y amor posibles; que en la unidad de la Divinidad existen tres personas que son: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; iguales éstos en toda perfección divina, y desempeñando aspectos distintos pero armoniosos en la gran obra de la redención.

Creemos que el hombre fue creado en santidad, sujeto a la ley de su Creador; pero por trasgresión voluntaria cayó de aquel estado santo y feliz; por cuya causa todo el género humano es ahora pecador, no por fuerza, sino por su voluntad; hallándose por naturaleza enteramente desprovisto de la santidad que requiere la ley de Dios, positivamente inclinado a lo malo, y por lo mismo bajo justa condenación, sin defensa ni excusa que le valga.

Creemos que la salvación de los pecadores es completamente de gracia, en virtud de la obra intercesora del Hijo de Dios; quien cumpliendo la voluntad del Padre, se hizo hombre, pero sin pecado; honró la ley divina con su obediencia personal, y con su muerte dio plena satisfacción por nuestros pecados, resucitó después de entre los muertos, y desde entonces se entronizó en los cielos; que reúne en su maravillosa persona las más tiernas simpatías y las perfecciones divinas, teniendo así por todos estos motivos las cualidades que requiere un Salvador idóneo, compasivo y totalmente suficiente.

Creemos que la justificación es el gran bien evangélico que asegura Cristo a los que creen en Él; que esta justificación incluye el perdón del pecado y el don de la vida eterna, de acuerdo con los principios de la justicia; que se otorga, no en consideración de ninguno obra de justicia que hayamos hecho, sino únicamente por medio de la fe en Él; imputándonos Dios gratuitamente mediante esta fe la justicia perfecta de Cristo; que nos introduce a un estado muy bienaventurado de paz y de favor con Dios, y asegura todas las demás bendiciones necesarias para este tiempo y la eternidad.

Creemos que las bendiciones de la salvación son gratuitas para todos por medio del evangelio; que es deber de todos aceptarlas inmediatamente con una fe sincera, arrepentimiento y obediencia; y que el único obstáculo para la salvación del peor pecador de la tierra es la perversidad de éste, y su rechazo voluntario del evangelio, rechazo que le acarrea una condenación agravada.

Creemos que para ser salvo hay que ser regenerado, o nacer de nuevo; que la regeneración consiste en comunicar al alma un carácter santo; que el poder del Espíritu Santo, en unión con la verdad divina, efectúa la regeneración de una manera que no podemos comprender, consiguiéndose así que voluntariamente obedezcamos al evangelio; y se ve evidencia realmente en los frutos santos del arrepentimiento, la fe y la novedad de vida.

Creemos que el arrepentimiento y la fe son deberes sagrados y también gracias inseparables, obradas en el alma por el Espíritu regenerador de Dios; mediante las cuales, profundamente convencidos de nuestra culpa, de nuestro peligro y de nuestra impotencia, como también del camino de salvación por Cristo, nos volvemos a Dios con sincera contrición, confesión y súplica de misericordia; al mismo tiempo recibiendo de corazón al Señor Jesucristo como nuestro Profeta, Sacerdote y Rey, y confiando solo en Él como el único y totalmente suficiente Salvador.

Creemos que la elección es el propósito eterno de Dios, según el cual misericordiosamente regenera, santifica y salva a los pecadores; que por ser este propósito perfectamente consecuente con el albedrío humano, abarca todos los medios junto con el fin; que es una manifestación gloriosa de la bondad soberana de Dios, siendo infinitamente libre, sabio, santo e inmutable; que excluye por completo la jactancia y promueve la humildad, el amor, la oración, la alabanza, la confianza en Dios y la imitación activa de su libre misericordia; que estimula al uso de los medios; que puede ser comprobada por sus efectos en todos los que verdaderamente creen en el evangelio; que es el fundamento de la seguridad cristiana; y que comprobarla con respecto a nosotros mismos exige y merece la máxima diligencia.

Creemos que la santificación es el proceso por el cual, conforme a la voluntad de Dios, somos hechos participantes de Su santidad; que es una obra progresiva, que se inicia en la regeneración; que la desarrolla en el corazón de los creyentes la presencia y el poder del Espíritu Santo, el Sellador y Consolador, empleándose continuamente los medios señalados, sobre todo, la Palabra de Dios, y autoexamen, la abnegación, la vigilancia y la oración, practicando todo ejercicio y cumpliendo todo deber piadoso.

Creemos que los verdaderos regenerados, los nacidos del Espíritu, no apostatarán para perecer irremediablemente, sino que permanecerán hasta el fin; que su adhesión perseverante a Cristo es la gran marca que los distingue de los que superficialmente hacen profesión; que por el bien de ellos vela la Providencia especial; y que son guardados por el poder de Dios mediante la fe para salvación.

Creemos que la Ley de Dios es la regla eterna e inmutable de Su gobierno moral; que es santa, justa y buena; que la incapacidad que las Escrituras atribuyen a los hombres caídos para cumplir sus preceptos surge enteramente de la naturaleza pecaminosa de éstos; libertarnos de la cual y restituirnos por medio de un Mediador a la obediencia sincera de la santa Ley, es uno de los principales objetivos del evangelio, y también de los medios de gracia relacionados con el establecimiento de la iglesia visible.

Creemos que una iglesia visible de Cristo es una congregación de creyentes bautizados, asociados por pacto en la fe y la comunión del evangelio; la cual practica las ordenanzas de Cristo; es gobernada por Sus leyes; y ejerce los dones, derechos y privilegios que les ha conferido Su palabra; y cuyos únicos oficiales bíblicos son los pastores u obispos, y los diáconos; cuyas calificaciones, derechos y deberes están definidos en las epístolas de Pablo a Timoteo y Tito.

Creemos que el bautismo cristiano es la inmersión en agua del creyente; hecha en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; a fin de proclamar mediante su solemne y hermoso símbolo nuestra fe en el Salvador crucificado, sepultado y resucitado, y también el efecto de la misma fe, a saber, la muerte al pecado y la resurrección a nueva vida del creyente; y que el bautismo es requisito previo para los privilegios de una relación eclesial como por ejemplo, la Cena del Señor.

Creemos que el primer día de la semana (el domingo) es el Día del Señor, o día de reposo cristiano. Que ha de ser mantenido sagrado para fines religiosos, mediante la observancia devota de todos los medios de gracia, tanto privados como públicos; y como preparación para ese reposo que queda para el pueblo de Dios.

Creemos que existe el gobierno civil por disposición divina, para los intereses y el buen orden de la sociedad humana; y que debemos orar por los magistrados, honrándolos en conciencia y obedeciéndoles, salvo en cosas que sean opuestas a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, quien es el único Señor de la conciencia y el Príncipe de los reyes de la tierra.

Creemos que hay diferencia radical y esencial entre los justos y los impíos; que en la estimación de Dios no hay justos verdaderos aparte de los regenerados; éstos han sido justificados mediante la fe en Jesucristo, y santificados por el Espíritu de Dios; que, a los ojos de Dios, son impíos y malditos cuantos sigan impenitentes e incrédulos; y que es permanente esta diferencia entre unos y otros al morir y después de la muerte.

Creemos que el fin de este mundo se acerca; que en el último día Cristo descenderá del cielo y resucitará a los muertos del sepulcro para que reciban su retribución final; que entonces tendrá lugar una separación solemne; que los impíos serán sentenciados al castigo eterno, y los justos al gozo sin fin; y que este juicio determinará para siempre el estado final de los hombres en el cielo o en el infierno, sobre principios de justicia.